DAVID M. KELLEY

Kelley, para muchos, fue una de las personas que más contribuyó al avance del diseño no solo en Estados Unidos, sino en el mundo. Pero la vida de este tipo que por momentos –al menos mientras maneja su camioneta Chevy del 54– parece más un granjero que uno de los diseñadores más influyentes del mundo tuvo un momento de quiebre: cuando enfermó de cáncer. Se enteró de la enfermedad mientras estaba en la escuela de su hija ayudando a chicos de cuarto grado a crear mejores mochilas a través del design thinking cuando su doctor lo llamó y le dio la noticia.

Su esposa, Kc Branscomb, quien fue CEO de IntelliCorp y a quien conoció a través de su amigo Steve Jobs, y su hermano, Tom Kelley, quien también fue uno de los fundadores de IDEO, fueron las personas que más lo ayudaron a atravesar ese momento. La mujer orquestó un esquema perfecto de medicamentos, comunicación con médicos y cuidado mientras que su hermano, con quien había compartido habitación 18 años de su vida, dejó todo para estar cerca suyo.

Y atravesando la enfermedad con psicólogos y psiquiatras con un futuro incierto y con expertos que le aseguraban que no tenía muchos años de vida la pregunta que no dejó de hacerse fue qué es lo que quería hacer, qué es lo que lo hacía feliz. La respuesta fue IDEO.


Realmente creo que me pusieron en el planeta para ayudar a las personas a tener confianza creativa. Mi contribución es enseñar al mayor número posible de personas a usar ambos lados de su cerebro de modo que para cada problema, cada decisión en sus vidas, consideren soluciones tanto creativas como analíticas.

Una de las personas más importantes en la vida de Kelley fue Bob McKim, mentor que conoció en Stanford, quien fue uno de los pioneros en el uso de la psicología experimental en el diseño. Kelley, que ya había pasado por algunas compañías y como le pasa a muchos de estos genios, sabía que no iba a sobrevivir a la vida corporativa. Él, como dijo más de una vez, quería trabajar con sus amigos.

Así es como en el 78 Kelley y un grupo de amigos crearon una firma de diseño e ingeniería en Palo Alto. Tres años después se convirtieron en el estudio que creó el mouse de Apple revolucionando así el mundo de las computadoras personales como se conocía hasta ese momento. Pasamos, en parte gracias a Kelley y en parte gracias a Steve Jobs y Steve Wozniak, a controlar los entornos computacionales de una manera distinta. Pasamos de los comandos al cursor. Ellos fueron los que mejoraron la idea que Douglas Englebart y Xerox PARC habían desarrollado bajándole notablemente el precio y haciéndolo más confiable.

IDEO no nació hasta el 91 cuando la firma de Kelley se fusionó con la de Bill Moggridge, que había diseñado la primera computadora portátil, y la de Mike Nuttall, que tenía una gran capacidad de diseñar los visuales para productos tecnológicos.

Y si bien desde que nacieron hablaron de lo que hacían en IDEO como design, Kelley no estaba contento con eso. Los conceptos que utilizaban cambiaban constantemente y no siempre el approach que le daban estaba relacionado al diseño per se. Así es como en una reunión en el 2003 con Tim Brown, CEO y presidente de IDEO, a Kelley se le ocurrió este nuevo concepto que se viralizó rápidamente al que llamó design thinking.

El tema es que el design thinking planteaba un cambio de paradigma. Sobre todo en las compañías que más se refugiaban en departamentos de marketing e ingenieros que estaban conformados más por personas relacionadas a los números que necesitan identificar un problema y encontrar una solución. El design thinking, en algunos casos en particular, necesita replantear los problemas y dejarlos reposar para eventualmente dar con una solución. Podría definirse como romper un problema en varias partes para, después, volver a unirlas y dar con una solución completamente novedosa. Así es como trabaja IDEO desde su nacimiento.

En los 80s, cuando dio con este método decidió usar el siguiente esquema: comprender, observar, hacer brainstorming y después prototipar el producto. Cobraba todo separado y lo que le decían casi todos los clientes era que empezara desde la tercera fase. El tema era que él veía que en las primeras fases era donde nacían las mejores ideas. Y así es como no empezó a aceptar clientes que no aceptaran el trabajo completo. Esa es la base del design thinking con el que enfocan todos sus trabajos. Desde diseñar un mouse hasta rediseñar bombas de agua en países tercermundistas.

Para poder trabajar de esta manera hay algo que para Kelley es clave: la diversidad. No hacen falta solo diseñadores en este tipo de procesos. Hacen falta mentes que estén nutridas de todo tipo de disciplinas como medicina, filosofía, comunicación, abogacía, educación, ingeniería. Mientras haya más cabezas distintas pensando sobre algo en común, más posibilidades hay de que nazcan ideas innovadoras para resolver un problema.

Así es como decidió convencer a los de Stanford de crear una escuela que no entregara títulos pero que funcionara más como un programa especial para graduados. Esa escuela es la que hoy se conoce como d.school. Así es como Kelley pasó de ser alguien a quien no le prestaban demasiada atención y a quien hasta quisieron reducirle la oficina en un momento a tener reuniones con los grandes de Stanford.

Como sucede con cualquier concepto o disciplina de trabajo que se vuelve tan, tan famosa, el design thinking tiene muchísimos detractores que aseguran que o no funciona tan bien como dicen o no funciona por completo. Y por más que tengan razón, lo que importa realmente es que Kelley logró cambiar la manera de pensar de miles de personas en todo el mundo que trabajan inspirándose en lo que él creó a través de los años.David Kelley, el hombre del design thinking | by Axel Marazzi ...

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